
De Tahití a la Costa Azul: el polémico superyate con el que Zuckerberg ha convertido al mundo en su patio de recreo
La crisis de los 40 no es un mito. Algunos estudios apuntan que es el rango de edad más infeliz, y cada uno lo lleva a su manera. Los millonarios también sufren esa crisis, pero a su manera: Mark Zuckerberg se compró un superyate de 300 millones de dólares. Y cada uno con su dinero hace lo que quiere, pero el problema es que lleva nueve meses dando vueltas, quemando dos millones de litros de diésel, y acaba de llegar al astillero de los famosos en Francia.
Y le están lloviendo las críticas, claro.
Launchpad. Realmente no se compró un yate de lujo: compró dos. Uno es menos importante, ya que es de “apoyo” para el principal, bautizado como Launchpad. Se trata de un yate de 119 metros de eslora, algo más que un campo de fútbol, por 17 metros de ancho. Cuenta con cuatro motores que otorgan una velocidad de 44 km/h y la autonomía es de más de 3.000 millas náuticas (equivalente a unos 5.550 kilómetros).
Cuenta con 13 camarotes, capacidad para 49 personas de tripulación con camarotes propios y comodidades como una sala de juegos, piscina infinita, gimnasio, spa y helipuerto. El coste de mantenimiento es de unos 30 millones de dólares anuales y, para la energía y la climatización, se sirve de paneles solares.
Eco friendly enemy. Cuando Zuckerberg se compró el yate, lo hizo con la intención de darle vida, desde luego. Estos últimos nueve meses, ha navegado por Tahití, Noruega, Mallorca, Grecia y Malta. En total, unos 20.000 kilómetros en los que ha consumido unos dos millones de litros de diésel (se dice pronto). En este periodo, se estima que ha emitido más de 5.300 toneladas de CO₂ a la atmósfera.
Por simplificar: se calcula que, en una hora a velocidad de crucero, el Launchpad produce tanto CO₂ como si recorriésemos 160.000 kilómetros en un coche estándar. En una hora, emite alrededor de 40 toneladas de CO₂, lo equivalente a las emisiones de 630 coches en el mismo periodo de tiempo.
Incidentes. Claro, esto no pasa desapercibido para ambientalistas, ya que el capricho de Zuckerberg se suma a otros viajes habituales de famosos y millonarios en vehículos privados que emiten grandes cantidades de dióxido de carbono en un contexto en el que muchos países se han embarcado en un proceso de descarbonización. De hecho, es algo común en los millonarios: presumir de conciencia ecológica cuando sus actos cuentan otra historia.
Pero las críticas a ‘Zuck’ no sólo vienen de la parte más verde, también por ciertos actos como el de apagar los transpondedores AIS cuando navegaba cerca de Mallorca para evitar ser detectado (y tener más privacidad), siendo una práctica que infringe tanto la normativa marítima internacional como la española.
Y las controversias van más allá. En Noruega, quiso hacer heliesquí (subir a la cima de una montaña en helicóptero y descender esquiando), pero como por medidas medioambientales se necesitan permisos estrictos y un capricho no es un motivo de peso, Zuckerberg encontró una solución ingeniosa: no necesitaría permisos si el helicóptero aterrizaba directamente en su yate, sin tocar tierra firme, mientras él descendía esquiando.
La Ciotat. Esto ha avivado las críticas que señalan una desconexión entre el discurso proambientalista de Meta y las prácticas personales de su máximo responsable. Ahora bien, no hay que olvidar que la propia Meta está construyendo algunos de los centros de datos más grandes del planeta, algo que no es que esté precisamente alineado con los objetivos de descarbonización.
De la manera que sea, y como leemos en Jeux Video, ahora el ostentoso yate ha llegado al astillero francés de La Ciotat, en la Costa Azul. Se trata de un astillero que no es ajeno a los lujosos barcos de los multimillonarios, ya que las grandes fortunas acuden a él por su servicio exclusivo y discreto. El Koru, el yate de Jeff Bezos, también ha pasado por La Ciotat.
La contradicción. Lejos de quedar en una anécdota, la llegada del Launchpad ha reavivado el debate sobre el impacto y los privilegios de los multimillonarios en el espacio público, económico y medioambiental, sobre todo en un contexto europeo en el que estas acciones son vistas como un símbolo creciente de la desigualdad y de los privilegios de una minoría.
Desde La Ciotat, claro, siempre se ha defendido que esta actividad manteniendo yates de lujo genera puestos de empleo directos e indirectos. Veremos si eso es suficiente para sostener esa cultura del privilegio en pleno reto climático y de desigualdad.
Imágenes | Euthman, Superyatch Times, JD Lasica
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De Tahití a la Costa Azul: el polémico superyate con el que Zuckerberg ha convertido al mundo en su patio de recreo
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Xataka
por
Alejandro Alcolea
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